TRANSUBSTANCIACION
- revprobertosanchez
- 9 abr 2024
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LA TRANSUBSTANCIACION
El Concilio de Trento (15451563) resume y confirma la fe católica cuando afirma: “Porque Cristo, nuestro Redentor, dijo que lo que ofrecía bajo la especie de pan era verdaderamente su Cuerpo, se ha mantenido siempre en la Iglesia esta convicción, que declara de nuevo el Santo Concilio: por la consagración del pan y del vino se opera el cambio de toda la sustancia del pan en la sustancia del Cuerpo de Cristo, Nuestro Señor, y de toda la sustancia del vino en la sustancia de su Sangre. La Iglesia Católica ha llamado justa y apropiadamente a este cambio Transubstanciación” (Catecismo Católico, numeral 1376).
El primer escrito en defensa de la Transubstanciación se debe al monje benedictino y Abad de la Abadía italiana de Corbie, Pascasio Radberto (792-865), en su obra De Corpore et Sanguine Domini, escrito en el año 831.
Sin embargo, en la misma Abadía habitaba el monje Ratramnus (siglo IX) quien por otra parte sostenía que en el pan y el vino consagrados estaba además Cristo de forma espiritual, pero que no era la misma carne y sangre que nació de María, y que además seguía existiendo la sustancia original del pan y del vino. Su idea fue retomada por Berengario de Tours en 1047, tal como se ha visto en el apartado anterior, y después por su discípulo Hildeberto de Lavardín (10551133) en el año 1097, lo cual fue adoptado posteriormente por Lutero dando paso a la errónea doctrina de la Consubstanciación.
La presencia del verdadero Cuerpo de Cristo y de la verdadera Sangre de Cristo en el sacramente eucarístico no se conoce por los sentidos, dijo Santo Tomás de Aquino (12251274), sino sólo por le fe, la cual se apoya en la autoridad de Dios (Suma Teológica 3,75). Efectivamente, la transformación eucarística, la Transubstanciación, es el Misterio de la fe. Es de fe, por lo tanto, que toda la sustancia del pan y del vino se transubstancia en la sustancia del Cuerpo y de la Sangre de Cristo.
Con ello toda la sustancia del pan y del vino desaparece al convertirse en el Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Cristo, de tal manera que bajo cada una de las especies, y bajo cada parte cualquiera de las especies se contiene Cristo entero.






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